ESTADOS UNIDOS ( NBAMANIACS.COM).-Los Angeles Lakers han dado un paso importante para afianzarse al menos entre los cuatro primeros del Oeste. El cuadro de J.J. Redick ha endosado a los Rockets su segunda derrota en sus últimos 14 partidos al imponerse por 104-98, resistiendo la garra y agresividad de los texanos y sacando adelante un encuentro que confirma que, tras unas semanas complicadas, están listos para medirse a lo mejor de su conferencia.
Fueron fundamentales para ello las aportaciones de dos integrantes de la segunda unidad: Gabe Vincent y Dorian Finney-Smith. Con 6 triples cada uno, dieron oxígeno al ataque angelino frente a una de las defensas más agresivas de la competición, agresividad que el ex de los Nets se encargó además de igualar en el otro lado para, con su impacto en ambos aros, firmar quizás su mejor encuentro vestido de oro y púrpura.
Sin embargo, Luka Doncic tuvo que caminar para que ellos pudieran volar. En una primera mitad muy trabada, el esloveno no solo se encargó de llevar el peso de la anotación local, sino que fue precisamente quien atrajo a los defensores de Vincent y Finney-Smith para generarles espacio en el perímetro y posteriormente hacerles llegar el balón en buena posición. Y estos, precisos desde fuera, no desaprovecharon demasiadas oportunidades.
De hecho, el ataque de los Lakers consistió en gran medida en Luka buscando pintura, atrayendo defensores y buscando a tiradores. La cosa se diversificó algo más en la segunda mitad, pero el esloveno fue protagonista de prácticamente todo lo que hicieron los suyos antes del descanso, equilibrando así fuerzas con unos Rockets con una carga mucho más repartida y una anotación más centrada en la pintura.
Y sobre todo, con una defensa que puede ser una pesadilla para cualquiera, como lleva siendo casi toda la temporada. El duelo se movió siempre en cifras muy bajas y en distancias muy cortas, algo que normalmente los de Udoka aprovechan para sacar ventajas decisivas a base de segundas oportunidades o puntos tras pérdida.
No obstante, esta vez esa guerra no cayó de su lado, pues los angelinos cerraron bien su rebote y cuidaron mejor el balón, evitando que, como suele ser habitual, Houston terminara acumulando más posesiones y ganando por acumulación de intentos.
Aun así, no iba a bastar solo con eso para llevarse el duelo, y tampoco con la capacidad de creación de un Doncic muy castigado por la defensa que fue a menos con el paso de los minutos. Esto obligó a LeBron James a tomar la batuta, algo que hizo en un tercer cuarto en el que el choque vivió sus minutos más abiertos, más alejados del contexto que los Rockets habían tratado de crear. Y por tanto, fueron los más importantes para los Lakers.
La distancia nunca fue demasiado grande, pero, con un marcador tan bajo y un partido tan trabado, los 7-8 puntos que los californianos consiguieron poner de por medio aquí se convirtieron en una losa demasiado grande para Houston, especialmente una vez llegados al último cuarto. Allí, bajados de nuevo al barro, el choque se hizo aún más lento, las defensas se hicieron aún más grandes, y cada canasta valía mucho más. Y los Lakers encontraron las justas para mantenerse al frente.
El triunfo, no obstante, quedó solidificado desde la defensa, tanto por el trabajo general de hombres como Finney-Smith a lo largo de toda la noche como por la acción que dejó dilapidado el encuentro. Con 102-98 en el marcador y poco más de 10 segundos para el final, Houston buscó una canasta rápida de Sengun con la que aferrarse a sus opciones, pero LeBron, que leyó la jugada a la perfección, abandonó a su hombre en la esquina para colocar un tapón salvador, otro de los muchos de su carrera.