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El arte de gobernar y los desaciertos de un presidente

La elección de un gobernante reviste una importancia capital en la vida de los países democráticos; las decisiones del mandatario electo, serán determinantes en las condiciones de vida del pueblo que lo elija durante el período que le toque gobernar y más allá de este, porque de sus actos como conductor del país, dependen las condiciones en que gobernará quién le suceda en el cargo.

El presidente don Antonio Guzmán Fernández, sucedió en el mando de Estado dominicano al Dr. Joaquín Balaguer, quién encabezó el largo período de los 12 años después de la conflagración de abril del 1965.

El conflicto del 65, condicionó al Dr. Balaguer para gobernar en un ambiente de confrontación y represión, que dejó un gran número de presos políticos, muchos exiliados y una larga estela de muertes. Esa fue la alfombra sobre la que caminó don Antonio Guzmán hacia el sillón presidencial en 1978.

Con ese precedente, las medidas de libertar los presos políticos, permitir la entrada de los exiliados y dar riendas sueltas a las libertades públicas, fueron vistas como una revolución democrática, y de por sí, inscribieron a don Antonio Guzmán como uno de los mandatarios que impulsaron el cambio democrático en un país latinoamericano a principio de la década de los 80s del siglo pasado.

El reemplazo del Dr. Balaguer en 1978 por don Antonio Guzmán, y la vuelta al poder de Joaquín Balaguer en 1986, son situaciones políticas y lecciones que los dominicanos debemos estudiar y aprender de ellas. La campaña reeleccionista de Balaguer en 1978, fue represiva y atropellante, con soldados con banderas coloradas en la punta de los fusiles, y con los empleados públicos obligados a asistir a las actividades de campaña.

En 1986, Balaguer sin poder, solo con su Partido Reformista recién social cristianizado y con sus sectores económicos adláteres, condujo una campaña electoral victoriosa que, tomó ventaja, básicamente de los errores del presidente Salvador Jorge Blanco y de la división interna del Partido Revolucionario Dominicano.

Balaguer, representante de 12 años de gobierno altamente cuestionados, donde él mismo llegó a decir que la corrupción se detenía frente a la puerta de su despacho; manchado de sangre y de represión; regresó al poder, ganando las elecciones esta vez con su antítesis política al frente del Estado, en esta ocasión, no se pudo sostener el argumento de fraude que siempre lo acompañó.

En esa campaña, el Dr. Balaguer respondió una pregunta periodística que da solidez a nuestro argumento; al cuestionamiento de si ¿Ha cambiado usted Dr. Balaguer, para hacer un gobierno diferente al que hizo durante los 12 años? El Presidente respondió: “Yo no he cambiado, soy el mismo, las que han cambiado son las circunstancias.”

Joaquín Balaguer gobernó 10 años más a partir de 1986, en los cuales enfrentó dos crisis político electorales, y una aguda crisis económica en 1992, con las mismas características de otros gobiernos: confrontación política y social; y sin embargo no hubo ni presos políticos, ni persecución y muertes selectivas como en los 12 años. La desaparición de Narciso Gonzales todavía es un misterio.

Hoy, cuando la República Dominicana termina el primer cuarto del siglo XXl, es gobernada por el Lic. Luis R Abinader Corona, un empresario con raíces políticas en el liberalismo.

Lamentablemente, este presidente es producto de dos crisis, una de carácter político y la otra de carácter sanitaria; sin la combinación de ambas, está muy entredicho que hubiera logrado alzarse con el poder.

El presidente Abinader ha tenido la poco apreciada característica de tomar malas decisiones, de las que luego se tiene que retractar; cuando son una o dos estas decisiones, puede ser aceptable, los presidentes son humanos, y se dice que, errar es de humanos; pero cuando son docenas, es algo diferente.

Para nosotros, estos errores del Presidente, no se deben a su falta de entendimiento, ni a su destreza profesional; creemos que su zigzagueo de actuación, está enmarcado en los propósitos de la claque que lo apoyó para alcanzar el poder.

Simple: El presidente Luis Abinader no puede cumplir los compromisos asumidos con la élite empresarial que le rodea, sin dañar el interés nacional; por eso, cada vez que mete la pata, lo hace buscando favorecer esos sectores, y desconociendo que fue elegido para conducir los destinos conjuntos de todo un país.

Luis Abinader gobernará entre tumbos los próximos 3 años y pico que le quedan, y de no cambiar de rumbo terminará, como lo describió una vez su compañero de partido, el expresidente Hipólito Mejía, “sin sabor a nada”.

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