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Recomposición de fuerzas políticas del espectro dominicano

Todo lo que conocemos está sujeto a cambios, incluso las piedras y las estructuras geológicas guardadas por las profundidades de la tierra y los océanos. Las sociedades humanas cambian vertiginosamente, aunque la mayoría de sus seres humanos no lo perciban; y cambian en todos los aspectos de sus vidas, individuales o societarias.

El 2020 fue un año muy importante en la vida política dominicana; porque concretizó cambios trascendentales que se venían incubando en la sociedad dominicana, y en específico en su conglomerado político. República Dominicana no podía dar un salto económico, como el experimentado entre el 2004 y el 2016, sin que este cambio extraordinario se manifestara en su comportamiento social y político.

El bloque liberal en los últimos 60 años ha respondido de una u otra manera al perfil de ideas sociales y políticas del profesor Juan Bosch, pero ha existido disperso en diferentes frentes; encarnando su máxima representación, núcleos sobrevivientes del Partido de la Liberación Dominicana y algunos reductos de la izquierda dominicana.

El bloque conservador, que hasta la segunda mitad de la década de los 90s respondía al accionar político del Ex presidente Joaquín Balaguer, se dispersó con su partida física a principio del presente siglo, repartiendo su capital social en diferentes entidades políticas, las cuales muchas veces no representaban su tradicional conservadurismo ideológico.

El PLD había agrupado lo más granado de centro izquierda y de la izquierda no radical, además de los sectores sin ideología, vividores a expensas del Presupuesto Nacional. La crisis desatada al final del 2019, desarticuló lo que parecía ser una reagrupación natural de las fuerzas políticas, luego de la desaparición física de los tres grandes líderes que encabezaban el quehacer político en la segunda mitad del siglo pasado.

República Dominicana no es un terrón aislado en el universo; y hoy más que nunca tiene un lazo de comunicación instantánea con todo el mundo civilizado; por esta razón también aquí algunos proclaman el fin de las ideologías; pero no por análisis enjundiosos de las situaciones decadentes en los movimientos filosóficos y políticos globales, sino por conveniencia de supervivencia propia, primordialmente económica.

Hasta el final del año 2019, dos partidos políticos se disputaban el escenario en el país; por un lado, el partido de gobierno PLD, y el entonces opositor Partido Revolucionario Moderno, última versión de aquel PRD presidido en su fundación por don Juan Bosch, y luego de su salida por el Dr. José Francisco Peña Gómez.

El tablero político cambió definitivamente en el pasado 2020, con el surgimiento de un nuevo partido. La crisis que abate nuestro país en particular, y en general al mundo, definirá los tamaños y delineará las formas de las entidades que tendrán que componer su juego para los nuevos tiempos.

La pasión política es el peor consejero del analista político. Han pecado de ingenuos fanatizados, quienes han situado al nuevo Partido Fuerza del Pueblo, y a su líder el Dr. Leonel Fernández como representantes minoritarios de la sociedad dominicana. Un sólido intelectual, que en doce años transformó la fisonomía estructural e institucional del país, tiene una raigambre social y política muy amplia, para ser juzgado tan temprano, cuando el proceso apenas comienza.

El tiempo nunca sobra, y mucho menos en la historia. Fue ayer que el estadista Leonel transformó las estructuras del Estado dominicano; dentro de este estado de crisis no necesitará mucho esfuerzo para que lo recuerden y lo valoren todos los sectores que lo apoyaron antes.

Quienes apuestan a los partidos políticos, como entes de cambios en la sociedad, deben estar esperanzados en que el nuevo esquema favorecerá al pueblo dominicano.

 

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