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Reflexión para un reajuste emocional

“Darse cuenta”

No nos dábamos cuenta. Nuestro cerebro se adaptó a una rutina donde lo que hoy conocemos como esfuerzo y “lucha emocional” pasaba a un segundo plano, pues vivíamos el día a día bajo la idea de que muchas cosas estaban predeterminadas, incluso cuando no teníamos la certeza de que todo lo que considerábamos como posibles salidas ante un problema generara algún resultado positivo. Vivíamos en “la normalidad”, donde lo que no estaba dentro de lo esperado nos podía generar malestar emocional; no obstante, en muchas ocasiones podía ser sutilmente manejado a conveniencia, e incluso, a nivel emocional, social o laboral podíamos contar con opciones “b”, “c” y hasta “d” en caso de que la “a” no funcionara.

¿Pero qué hacemos ahora cuando apenas contamos con una opción “a” ?, ahora que para ajustarnos eficazmente a las variaciones repentinas hemos tenido que modificar patrones importantes de nuestra conducta. Ahora que hemos tenido que improvisar en todos los aspectos buscando saltar sobre las manecillas del reloj para que giren más rápido. Y es que nos hemos dado cuenta de que vivimos en una lucha constante con un tiempo que quiere hacerse aliado y no sabemos cómo abrirle los brazos. Antes, el tiempo no nos permitía jugar con él tan fácilmente como hoy y eso debemos entenderlo y asumirlo para aprovecharlo.

El mundo ha dado un giro muy brusco para algunos mientras que para otros se ha detenido, y con estos cambios, el foco que habíamos ubicado estratégicamente para que alumbrara hacia lo que nos convenía mostrar, también ha cambiado de posición. Ahora comienza a alumbrar todo aquello que permaneció mucho tiempo sin luz. Ese lado ignorado de nosotros mismos que había estado en la penumbra ahora comienza una batalla creando resistencia ante todo aquello que ocasione que este se oculte, ya sea por miedo al dolor, porque allí yacen heridas no cicatrizadas, duelos no resueltos, miedos, inseguridades, etc… Es por esta razón que el estrés y la ansiedad también son huéspedes en nuestro espacio.

Los recursos que utilizamos en nuestra rutina para salir a flote en nuestro día a día, no necesariamente son los mismos que funcionan hoy. Nuestros esfuerzos de hoy no deben hacerse sobre las mismas acciones que siempre realizamos, más bien sobre la generación de nuevas ideas para modificar dichas acciones, pues para obtener resultados distintos, naturalmente debemos hacer algo distinto. Mientras determinadas acciones no sean modificadas viviremos en el mismo círculo vicioso que nos impide el reencuentro con las soluciones dentro del marco de lo que podemos manejar. Hoy estamos experimentando las consecuencias emocionales de un evento, consecuencias que permanecen y persisten a pesar de nuestros esfuerzos en apaciguarlas. ¿Por qué sucede esto?, simplemente porque seguimos dependiendo de los mismos esfuerzos cuando la situación demanda otros que se adecuen al momento.

Nos encontramos ante una situación amenazante a nivel psicológico, emocional y económico, y es natural que consideremos que todo lo que acontece supere la magnitud de nuestras capacidades. No obstante, el querer pensar que podemos controlar todo a sabiendas de que muchas cosas se nos escapan de las manos, le abre la puerta de par en par al estrés y a la ansiedad, puesto que son situaciones que desafían nuestra capacidad de control y nos exigen límites nuevos. En este contexto, es importante delimitar; ¿qué puedo controlar?, ¿qué puedo manejar?, ¿qué depende de mí?, y entonces actuar con relación a ello, generando en nosotros la idea de que tenemos cierto control.

¿Por qué queremos controlar? Controlar genera calma, pues pensamos que al hacerlo evitamos encontrarnos de frente con un presente o un futuro amenazante, con sorpresas desagradables ante las cuales tal vez, no podamos responder conforme a nuestras necesidades. Pensar que todo se sale de control nos hace sentir vulnerables motivándonos a querer “amarrar” la situación y moldearla a nuestro beneficio o insertarla en nuestra zona de confort.

Si bien es cierto que el cambio genera incertidumbre, el no saber qué pasará nos motiva a no querer reajustar, manteniéndonos sostenidos a lo conocido y eso nos hace vulnerables. En esta situación “el cambio” lucha ganando la batalla y digerirlo implica sacrificios que no siempre estamos dispuestos a asumir. No obstante, es importante considerar que para evitar la lucha con lo que no podemos cambiar, debemos aliarnos a esto. Es nuestra responsabilidad enseñarle al cerebro nuevas ideas y a generar nuevas conexiones aprovechando su enorme capacidad de adaptarse y responder de manera distinta a las múltiples circunstancias de la vida. En el proceso de adaptación es natural que nos visiten sentimientos de culpa por todo aquello que nos vamos dando cuenta que hicimos y no debimos hacer o viceversa. Se nos hace más fácil sentirnos culpables que atrevernos a autocriticarnos de manera constructiva.

Es momento de perdonarnos y esto no significa justificar conductas inadecuadas, sino, que reconozcamos las emociones negativas que estas nos generan y decidir sobre ellas, y para eso es esencial no juzgarnos y ser lo más honestos con nosotros mismos, tratando de conectar con nuestros sentimientos y emociones más profundas.

El presente está siendo incómodo y comenzamos a visualizar un futuro incierto, y el proceso de crear imágenes a futuro basadas en un presente donde nos sentimos que no estamos debidamente preparados nos genera ansiedad. Recordemos que la ansiedad es un exceso de futuro.

Entonces, ¿qué puedo hacer para que el estrés y la ansiedad no ganen la batalla?

  • Reconocer los pensamientos recurrentes. ¿Cuáles son los pensamientos más comunes que tengo durante el día?
  • Darnos cuenta si nuestros pensamientos describen o no la realidad. Del 1 al 10, ¿qué tan real es esto que estoy pensando?
  • Identificar la razón por la cual estamos pensando lo que pensamos. ¿Puedo identificar lo que me ha llevado a hacer recurrente este pensamiento?
  • Comenzar a valorar todo aquello que podemos hacer para trabajar sobre esa causa.
  • Evitar sacar conclusiones precipitadas.
  • Permitirse llorar. Los sentimientos no expresados, se acumulan y buscan otras maneras en ocasiones, inoportunas, de manifestarse.
  • Escribir
  • Delimitar qué es aquello que estaba a mi alcance. ¿Con qué cuento?, ¿cuáles son los recursos que están a mi alcance?, ¿qué puedo hacer con ellos?
  • Preocuparse constructivamente haciendo planes, métodos, soluciones en base a lo que está a mi alcance.
  • Cuidar mi alimentación y mi salud física.

Darnos cuenta es una manera de abrir el candado y liberar todo aquello que ha estado injustamente encerrado haciendo ruido y generando malestares emocionales. Si nos hacemos amigos del tiempo y aprovechamos algunas horas para dedicarlas a limpiar ese espacio valioso dentro de nosotros, podremos comenzar a manejar lo que estamos sintiendo y experimentando hoy con relación a los cambios drásticos en nuestras rutinas, evitando que el cúmulo de todo aquello no tratado en su momento, hoy nos motive a sentir y a expresarnos bajo la manta del estrés y la ansiedad excesiva, o a vivir bajo el sentimiento de culpa o arrepentimiento. Estamos a tiempo de darnos cuenta de todo esto para entonces actuar conscientemente en base a las demandas del medio, considerando siempre nuestras necesidades presentes.

 

Lic. Marie Canela Joubert

Psicóloga

Especialista en Intervenciones en Psicoterapia

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